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Es importante destacar que existe una marcada diferencia entre el hurto y el robo. En el primer caso, no se emplea fuerza, coerción o violencia hacia las personas o las posesiones, mientras que en el segundo sí. La presencia de la fuerza, la coerción o la violencia es un factor crucial, ya que establece la distinción que califica al robo.

En la mayoría de los casos, estamos más expuestos al hurto que al robo. Como agravante del hurto, cabe señalar que el perpetrador puede ser un empleado desleal. Además, al no involucrar violencia hacia personas o posesiones, los bienes sustraídos suelen no ser asegurables, lo que puede generar un impacto considerable en el patrimonio de la empresa.

Por otro lado, el robo suele implicar la participación de individuos externos a la compañía, aunque no se debe descartar la posibilidad de complicidad por parte de empleados deshonestos, quienes pueden facilitar el acto delictivo pero rara vez son los autores materiales del mismo.

El hurto suele ser cometido por oportunistas, personas que abusan de la confianza de otros y aprovechan la ocasión para tomar lo que no les pertenece. Por lo general, se sustraen bienes de poco valor, aunque en ocasiones el daño no radica en el valor del bien en sí, sino en su contenido (como en el caso del hurto de laptops o discos duros de PC y su información), lo que lo convierte en un acto estratégicamente relevante. A menudo, la victimización se repite con frecuencia, especialmente en el caso del "hurto hormiga".

En contraste, el robo implica motivaciones mucho más complejas que simplemente aprovechar una oportunidad. El perpetrador no es simplemente un oportunista, sino una persona con motivaciones y justificaciones más profundas.